Elisa y Óscar eligieron esta fecha para darse el “sí quiero” rodeados de su gente, pero sobre todo, acompañados por sus dos hijos, convirtiendo su boda en algo aún más especial: una celebración de familia. Porque esta vez, el amor no era cosa de dos, sino de cuatro.
Fue un día precioso, lleno de emociones sinceras y momentos inolvidables. Uno de los más bonitos fue ver cómo Elisa vestía a sus hijos en el día de su boda, con una ternura y una ilusión que hablaban por sí solas. Óscar, mientras se preparaba, también dejó ver esa mezcla de nervios y felicidad que se respira en los grandes días. Y en casa, las caras de emoción de sus familiares antes de salir hacia la iglesia lo decían todo.
La ceremonia tuvo lugar en la Iglesia de San Miguel de Valero en la provincia de Salamanca. Nunca había trabajado allí y fue toda una sorpresa. Una iglesia pequeña pero encantadora, muy acogedora… y con un cura que, además de simpático, supo aportar cercanía y calidez al momento.
Después del “sí”, lo que vino fue una auténtica fiesta. Aunque, antes de llegar al restaurante “Sierra Quilama”, Óscar tuvo que pasar una prueba más: los amigos les prepararon una sorpresa muy peculiar. A la salida de la iglesia, les esperaba un carruaje, y fue él quien tuvo que llevar a Elisa por las calles del pueblo. Un trayecto lleno de risas, aplausos y mucha alegría.
Y ya en el banquete… todo lo que debe tener una buena boda: carcajadas, alguna que otra lágrima, abrazos interminables y una pista de baile que no se quedó vacía en ningún momento.
Para mí, fue un privilegio estar allí y documentar cada instante. Gracias de corazón, Elisa y Óscar, por dejarme ser parte de este día tan especial. ¡Fue increíble!


































